domingo, 29 de mayo de 2011

Púas dadaístas

El humo de mi cigarrillo trazó la silueta de tu mujer en esa cruel habitación. 
Don’t you ever come back again. Don’t you ever. 
Te abracé y te dejé ir. Luego descubrí el alambre de púas de tu espalda, puerco espín.

Puerco. 
Sangraron mis manos, las mismas que anduvieron al alba tanteando tu boca y tus piernas.         
Gruñó la caldera, prendiste la radio y llegó la hora. Sabía que ningún día se alojaría luminoso en el gris de tus ojos, de todos modos me rendí. 
Las altas columnas de hierro me quemaron los pies de un frío hielo blanco. 
Sí, yo sé dónde nieva en Buenos Aires.



Qué hastío. Todo el abecedario y todas las cosas ya no me alcanzan. La noche me escupió sus verdades en la cara y ahora visto las hojas secas de un otoño paupérrimo pero que supo ser ferviente de eso que solo algunos entienden. 
Usted, terciopelo ácido en donde la belleza florece del dolor, sin certezas ni disfraces. 
Si, ya sé, es más de lo mismo, la cuerda floja, el jugar al borde, la provocación.
Pero no... no te alarmes, ya escuché el fa menor, crucé la escalera y encontré una salida imaginaria. 


2 comentarios:

Gustavo dijo...

Hola Morocha Sexie, muy lindo tus poemas... Te mando un beso grande, grande.. Gus.

Anónimo dijo...

lo mejor que leí en siete semanas.
que buen ambiente creaste: por densidad, por los intensos tonos grises, por lo brumoso. me voy en fa menor.