jueves, 18 de marzo de 2010

Sufro el haberme movido de un tiempo perfecto.
Prisionera del caramelo pegajoso de tus palabras, esponjosas todas, inolvidables todas.
En el aire resuena un tango conocido con sabor a juventud. Otra vez, el estar en el momento justo, en las notas perfectas, en las risas y en el secreto de saber que solo vos me ves.
Por culpa del éxtasis de un baile brujo y experto en insolencia, enloquecí en tu cuerpo y fui adrenalina de lo desconocido.

Ansías todo, Torbellino. Encaprichado con el futuro sos guerrero de tu presente. Un hacha de madera cuelga de tu cuello, trofeo de una eterna pelea.
De nuestras peleas. Mi bailarín.

Balada para él
Letra: Horacio Ferrer
Música: Astor Piazzolla


Cayó la tarde y él tenía tangos,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Su voz, un gusto de magnolia macho,
los muslos duros de saber volver.
Cayó la tarde y él tenía tangos,
tangos alzados que sabía él, él, él.

Él te sembró toda la piel de quieros,
y quiero a quiero calentó tu piel,
desabrochó tu soledad por dentro,
de un sólo quiero y de una sola vez.
Él te sembró toda la piel de quieros,
quieros enteros que mordía él, él, él.

Su boca encinta de un misterio bravo,
diez hembras hondas te empujó a crecer,
porque en tu pelo y tu silencio largos,
veinte varones él sabía ser.
Su boca encinta de un misterio bravo,
misterio en fardos que cargaba él, él, él.

Y tuvo tangos, otra vez, su tarde
porteñamente sangradora y fiel,
cuando se fue con todo el beso al aire,
whisky en la zurda y, en la otra, sed.
Y tuvo tangos, otra vez, su tarde,
la tarde grande que moría en él, él, él.