lunes, 12 de abril de 2010

El susurro de la ilusión

Eran las siete de la tarde cuando declaraste: “Esto no avanza más”

Nos quedamos atascados en el tráfico por tres horas. Fue la fatalidad que definió como inevitable lo que ambos habíamos postergado por años.
Y hoy tengo que darte la razón. Nos quedamos estancados en unas siete de la tarde eternas. Miré el reloj y pensé en las siete veces que me inventé excusas para llamarte. Las más de siete veces que me olvidé de mí en tu boca y soñé con tus manos… por Dios esas manos.

¿En qué me había metido? ¿Porque acepté que me alcanzaras hasta ese cumpleaños al que ni ganas tenía de ir?
Sin embargo, mi poder para actuar como si nada pasara cada día me sorprende más. De pronto podía hablar con la facilidad de un orador acerca de las preocupaciones de las hormigas en un día de lluvia como formular hipótesis acerca de la inmortalidad del amor.

El entusiasmo fue mutuo hasta que los temas se acabaron y por fin me callé la boca.
Y como si existieran niveles, juro por mi poder de oratoria, que nos hicimos el amor en el primer nivel de nuestro primer beso.

2 comentarios:

Vielov Spalov dijo...

Digo: cómo te has subido al rayo de la poesía. Hay que subirse a ese rayo, Angeluz. Bienvenida, otra vez, nuevamente. Te quiero.

elparagüero dijo...

yo quiero tener esas manos
por dios
quiero tener esas manos de dios
o esas manos de dior
o ser un mago dior sin manos
que se yo

david