Some people live just to play the game (A. Keys)
Viajo en la línea del subte A... subo en la estación Acoyte un miércoles después del mediodía.
Me impregna un olor a mandarinas.
Mi protagonista mueve sigilosamente sus manos arrancando la cascara de a poco, en cámara lenta. Sus ojos se concentran en su presa, unos gajos del placer que está a punto de poseer.
A ella le gusta pensar que ha sido creada por una razón especial y que no es cualquier chica. Tiene veintidos años, el pelo enrulado, y a su cuello lo cubre una bufanda blanca de lana.
Un piercing me saluda desde su ojo derecho y aunque esta chica podría parecer rebelde, sueña con casarse de blanco y se emociona al escuchar el Ave Maria.
Pela una rebosante mandarina por completo, la abre a la mitad.
Los gajos la miran y noto que se han enamorado. Hay cinco gajos que se sonrojan... son los tímidos del grupo, a veces simplemente prefieren mirar para otro lado ante la presencia de señoritas jóvenes y soñadoras.
El resto estalla en carcajadas nerviosas. Claramente no saben manejar la situación pero el corazón se les acelera, se derriten, le salpican la cara y le mojan las manos. Ella saca un pedazo de papel de su mochila, se limpia las manos y la cara. Elige uno, lo corta y lo separa del resto.
Entonces ahí los gajos compañeros abren grande sus ojitos sin entender qué pasa, se aprietan entre ellos y al gritar desaforados se confunden con el ruido ensordecedor de las vías del subte, las voces de la gente que se habla a sí misma y un bebe que se acaba de largar a llorar. El caos. La luz se entrecorta y sube más gente al subte. Sus labios ya apresan al gajo que se ha entregado.
Ella bajó en la estación Perú. Las cascaras quedaron en el piso del subte ya vacío…
La muerte les llegó a uno por uno aquel miércoles después del mediodía.
Después de un idílico amor a primera vista.
De esos que solo suceden en el subte.